Seminario performático y reflexiones entorno a performatividades decoloniales
En el auditorio del Goethe Institut - Mexiko se presentaron un grupo de académicos y artistas que bajo el pretexto del performance presentaron su mesa redonda durante 4 días. Esto fue una invitación a presenciar el valor del diálogo entre afines, y lo digo sin intención de invalidar las diferencias de posicionamiento crítico.
Fue para mí la primera vez que escuché a la gran mayoría. Porque incluso conociendo el título de Feminismo Bastardo, no estaba familiarizada con la potentísima María Galindo y su qué hacer. Estuvo Lukas Avendaño, performer que he visto en acción un par de veces pero que sin embargo no había escuchado nunca antes hablar de su proceso y su vena insurrecta que está tan clara en su trabajo artístico. La investigadora del acontecimiento Didanwee Kent quien ha sido un parte aguas en mi vida, ya que de no conocer su pensamiento y su forma de hacer, mi camino se hubiera alejado por completo de las teatralidades y el performance. Entonces motivos para ir a este evento de inSURrecciones tuve suficientes. Era la primera vez, por otro lado, que escuchaba a Gabriel Yépez quien estuvo a cargo de moderar y de la curatoría de les artistas invitadxs; así como a Jesús Torivilla, Paola Marugán, Mónica Ornellas quien nos presentó parte de su trabajo en su ciudad natal, Jorge Sanchez, Paulina Chamorro, Antonio Prieto, y si me falta mencionar alguno es porque me faltaron días para asociar caras y nombres.
Los trabajos que se presentaron fueron de les performeres, Carlos Cruz, Lukas Avendaño, Deborah Castillo, Maria Galindo, Marta Hincapié Charry, y Carlos Martiel, también se habló de las propuestas y los laboratorios de algunos artistas que no estuvieron, por ejemplo “la mirada bizca”, “el ciervo encantado”, etc… todos trabajo anticoloniales con fuertes críticas al valor moral establecido y los regímenes dictatoriales del poder.
Son tres estrellas las que debo poner al total de las presentaciones, contando la mesa redonda como el epicentro de todo lo vivido durante estas jornadas.
Empiezo nombrando las performance de Carlos Cruz, Lukas Avendaño y Marta Hincapié Charry. Estas presentaciones potentes se llevaron acabo bajo el giro de la danza, el sonido de protesta de la voz que enuncia y denuncia y las fuerzas femeninas y masculinas de los performeres y lo digo sin afán de caer en binarismos.
Algo que al principio me produjo ruido fue no encontrar en el trabajo de Carlos la fuerza deformante de lo que esperaba ver con la danza butoh, pero en diálogo con él entendí porque su derrote fue guiado por otro lado, y me abrió la percepción a entender que el acto siempre es diferente aunque se trate de la misma pieza, y es que en su lucha por enunciar lo que es una vida apresada por la industrialización y el extractivismo también está la liberación y el placer que esto conlleva. también se nota en la performance de Lukas, cuando en el ritual de honrar lo que ha muerto, en este caso la milpa simbólica, se festeja. Esto lo leo más bien como la continuación de eso perdido porque se enuncia, no se olvida y de alguna forma se vuelve parte de lo que somos, pienso en la palabra ancestral y de esta forma me conecto con la presentación de Marta, que nos acercó a lo salvaje —de esta introspección —del medio ambiente con su cuerpo y la sonoridad que lo vistió, habitando el espacio con la fuerza natural de un cuerpo —y la energía que emana —que se sabe extraído, alejado, e intencionalmente aferrado a su naturaleza, que no compra la modernidad si esta no contempla lo que antes le dio vida. Y el símbolo nuevamente de horadar la tierra y levantándola dejarla caer en el centro mismo del Museo de Arte Contemporáneo tan pulido, tan iluminado, tan frío.
Esta primera Estrella la voy a nombrar “los reclamos de la tierra al mundo moderno” porque se siente la voz de ésta en los performance que claramente conocen el lugar que se les está siendo arrebatado y que pelean para conservarlo vigente, esa ancestralidad valiosa que brindó a sus vidas.
Continuó con los trabajos de Martiel y Galindo (y omito el de Deborah Castillo porque no estuve en su performance). La razón para seccionarlos de esta forma es porque el trabajo de estos es más en el área del performance que trabaja el otro lado de la realidad, este que es más cercano al decir desde lo visual de la denuncia aunque lo hagan desde la creación: por un lado está el “hegemónico” que denuncia desde la misma perfección y el trabajo de la boliviana que enuncia desde el lado magullado de la fruta.
Martiel es un performer cubano que con vida hecha en Nueva York alza su trabajo desde la esfera de la belleza, aunque sea difícil de concebir por negra, marica, y transgresor de su propio cuerpo. Él antes de ser el “monumento III” tiene una trayectoria que le permite ser el trabajo a presentarse. El trabajo en su cuerpo es evidente, no solo por lo bien esculpido que está sino también al ser su propio lienzo en diferentes protestas donde no solo a hablado del dolor de sus compatriotas maricas, paisanos, ciudadanos de la decadencia, sintiendo el dolor de forma física infringiéndosela sino también dándoles espacio en su piel, como lo que son “heridas sociales”. Entonces su performance es él como pieza del museo; pero el trabajo (como yo lo entiendo) empieza antes, en la venta de su performance pues hay que contactar con su agente, porque hay que conocer su pagina y en esto está clara su labor de pieza artística —un poco su prostitución (por nombrarlo de una forma que pueda continuar abordando con Galindo, que trabaja con mujeres que son menospreciadas por el sistema judicial y social, al dedicarse a la vida fácil, o simplemente a la vida y que de repente se vuelven las víctimas de un sistema que quiere socavarnos por creerse con los medios Y PQ LA DIFERENCIA ENTRE ESTE PROSCRITO Y LOS OTROS ‘‘LOS ARTISTAS DE VERDAD’’ ES LA HIPOCRECÍA)… su web es como el Museo de Arte Contemporáneo blanca y pulida, ordenada y “de fácil acceso”,un prostíbulo de alta alcurnia. Y pienso en Chul Han y su libro “la salvación de lo bello” tal vez esto no esté gustando, pero es la clarísima impresión que terminé recibiendo “somos productos” para una sociedad de consumo y la lucha está en mencionarlo para no olvidar que hay que romper sus cadenas, esas cadenas que permiten al poder creer que pueden con todo, porque el arte habla y este en específico es para recordar que podrán comprar todo, menos el derecho a nuestra denuncia. Yo estuve fascinada con que Martiel fuera la escultura viva a contemplar. Tan bello. Tan herido. Tan silencioso. TAN ANTICOLONIAL.
Del trabajo de MarÍa Galindo tengo que mencionar la narrativa. Ella es una mujer que encara las violencias y las nombra. Su trabajo no se limita a ser performer, sino que también es activista de los derechos de las mujeres y su forma de ganarse la vida y denunciar las vejaciones que éstas contengan, y no hablo solo de trabajadoras sexuales, sino también de mujeres cholitas y de mujeres en situación vulnerable. Su performance fue una muestra de su habilidad para agarrar las palabras y decir lo que tiene que ser dicho: las dictaduras de América Latina y la colonización del lenguaje. Sin necesidad de recurso artístico para adornar sus palabras, Galindo dio una cátedra performática sobre cómo hacer una denuncia desde el aparato opresor, y nos llevó a una capitulación nada excesiva de diferentes gobernantes de Abbi Ayala, donde todos sabemos que algo a comenzado a oler muy mal.
También tuvo esta osadía de sexualizarse. Digo osadía porque la mujer en esta lógica paternalista esta castrada, y pudimos gozar la sensualidad de los participantes anteriores, incluso cosificar a Martiel y no sentir que algo hace un ruido excesivo —aunque todo en ella esté mal —, hasta que estamos frente a Galindo y una dice “mierda, le vi las bolas al performer de ayer y hoy siento un pudor extraño, ante la vagina de Maria Galindo” y es desde aquí que comprendo cada una de sus palabras (en la performance y en su discurso fílmico, que también fue presentado en los días de inSURrecciones) tiene un fuerte valor cuando comprendo que la mayoría de las validaciones son patriarcales y heteronormadas. María es la mujer encabronada, hasta el culo de enojada, que crea con una estética que nada tiene que ver con lo bello, que hace homenaje a la pachanga y al convivio, que busca la participación real de todo poder involucrado en señalar e imponerse para decirle a la cara “No que así es. Pues no papito.”
Y por último la mesa redonda…
Como ejercicio de reflexión me parece necesario, como sondeo una invitación a presentarse de forma insistente cual presentación, digamos. Tipo si esto se vuelve un acontecimiento rutinario, puede leerse como una presentación, y bajo esta calidad atraer a más público insurrecto… Ahora, igual me topo con la disyuntiva de breve festejo, pero entonces la mesa de discusión performática sí pierde su valor de arte vivo porque como tal yo opino que asistí a una única función de cuatro días que también puede venderse como espectáculo si no hubiera sido abierto al público más que por redes sociales; siempre y cuando el palimpsesto curatorial evidencie —como lo hizo — su posición de espectáculo y conserve esta complicidad entre creador y el lugar desde donde se presenta —que tanto vimos en las performance presentadas en el Museo de Arte Contemporánea —, que esta vez fue el auditorio del Goethe Institut-Mexiko, aka la academia.
CONCLUSIÓN
InSURrecciones me regresó al juego, quiero decir, apenas una semana antes había vivido un encuentro sobre la escena y el performance que pueden leer en entradas anteriores, donde miramos desde el ojo cóncavo de la lente de la academia y de repente como rayo electromagnético este último llamado como un juego para presenciar no solo las performance invitadas —y un ciclo de cine al que no pude asistir — sino vivir la misma experiencia de investigación como una presentación performativa. Más allá del diálogo que yo quería entablar con estas personas, estaba el deseo del arte por arte, ese descubrimiento ora sí que empieza poiético y te lleva hasta la catarsis. Le pongo tres estrellas a inSURrecciones porque además de todo lo dicho, nunca perdió la esencia , es más, luchó por tenerla. Se sublevó, eh.
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